jueves, 30 de junio de 2011

Al que le quepa el sayo...



Instrucciones para un futuro manual del agrandado:

¿COMO LLEGAR A SER UN PIOJO RESUCITADO?

Este mundo está demasiado lleno de gente que aparenta lo que no es.
Da la impresión, en ciertos niveles, que esa es la única manera de abrirse paso en la vida. El que no quiera creerlo, que mire a los que no fingen nada:
Allí están, con su única camisa, su pantalón que no es de Oxford, una corbata de aquellas que parecían breteles, y contestando "como la parte de atrás", cuando uno les pregunta cómo les va.
Deseosos de que nadie se quede mirándose las zapatillas, mientras los demás se reparten el éxito, trataremos de puntualizar algunas excecrables normas de conducta, aptas sin embargo para llegar a ser uno de los triunfadores del mañana.

1 LA SIMULACION.

Hay que simular siempre, a toda hora...
Simular FORTUNA, uno que llega a fin de mes con cien pesos y prestados.
Simular PINTA, uno al que le cortan el pelo y parece un huérfano.
Simular PRESTIGIO, uno al que no lo conocen ni los perros.
Simular TALENTO, uno que es un adoquín.
Simular DON DE GENTES, uno que se escarba los mocos.
Simular VALOR, uno que se evacúa encima al primer bochinche.
Simular MILITANCIA POLITICA, uno que es socialista democrático.
Simular ARRASTRE CON LAS MUJERES, uno que no gana una mina desde 1958.
Simular CULTURA ALCOHOLICA, uno que se emborracha con dos "Legui".

Simulando con constancia y tesón durante un cierto tiempo, cualquier desgraciado puede lograr su tajadita de torta. Se transformará entonces en lo que se llama un piojo resucitado.


2 LA ENVIDIA.

Todo piojo resucitado que, por mérito propio o de puro tarro nomás, consigue asomar la cabeza, deberá hacerlo notar refregando en la cara del prójimo su pequeño trapo rejilla, como si fuera una bandera. Tal actitud provocará la envidia de las gentes. Y esto es bueno. Porque para los piojos resucitados, la envidia de los demás es la medida de su propio éxito.
Para causar envidia es indispensable ser pequeño, tan pequeño como el envidioso.
Es notorio que nadie se pone verde porque Onassis tiene muchos barcos o porque Ursula Andress anda con Jean Paul Belmondo. En cambio hay muchos que se enferman cada vez que el vecino se va de veraneo. En este asunto, los aspirantes a piojos se ayudan entre sí, mediante un sistema de envidias mutuas, que confieren al envidiado una saludable fama de triunfador.


3 EL PAVONEO.

Todo cuanto hace, el piojo resucitado lo hace presumiendo.
Presume porque trabaja mucho, presume porque trabaja poco, presume de licenciado en marketing, de diseñador gráfico, de bestia presume. O de poeta, o de mártir, o de gracioso.
Las realizaciones presuntuosas de los piojos resucitados colman el campo artístico, cultural, empresario, científico, político, filosófico, deportivo, periodístico, religioso, etcétera.
Son presuntuosos los poetas que como quien va a ver si llueve, salen a caminar por la cintura cósmica de la tierra madre.
Son presuntuosos también los conjuntos vocales, que usan los corales de Bach como introducción a las chacareras.
Y los panelistas de televisión que vierten conceptos sobre todas las asignaturas del universo.
Y los artistas que creen que inauguraron una nueva escuela, solamente porque no les sale ninguna de las que ya existen.
Y los que utilizan el tema de la liberación como pretexto para pensar que su obra es válida.
Y los que hacen cosas sencillas como quien condesciende.
Y los jugadores de fútbol que creen que dejan bien alto el prestigio del país.
Y las mujeres que tienen novio y lo dicen.


4 MANUAL DEL AGRANDADO.

El piojo resucitado se conforma con poco.
A él cualquier pamplina le alcanza para darse por realizado.
Publíquele usted un libro, o una nota, o déjelo que cante, o dígale que pinta bien, o sáquele una foto, o pregúntele si se viste en Londres, o elógiele el auto, o hágalo aparecer por televisión. Lo que usted quiera. Será suficiente para el pavoneo del piojo en cuestión, y para la envidia de los otros piojos.
Eso sí: después aguánteselo usted.
Porque cuando uno de estos bichos siente que ha llegado,se agranda, entonces se pone una secretaria, manda a hacer tarjetas, se hace negar por teléfono, finge no tener tiempo para nada, toma whisky a deshora, hace que todo el mundo se anuncie, se compra una agenda, se niega a cantar en los asados y habla de la gente famosa llamándola por su nombre de pila.
Para decirlo con una metáfora, un piojo resucitado es un linyera que cambió de sastre.


5 PLAGUICIDAS.

No es fácil, pero hay una serie de métodos para aniquilar, o aunque más no sea, malherir a estos hijos de una gran siete.
Las actitudes confianzudas -por ejemplo- les molestan sobremanera.
Es aconsejable, entonces, preguntar por el Poroto, cuando uno los llama a la oficina, o preguntarle delante de terceros cómo anda de las almorranas.
Otra cosa que los abochorna es la indiferencia.
Uno debe desconocer o desmerecer, por norma, toda sus realizaciones.
-¿Así que escribís en Satiricón?... Y qué viene a ser, ¿una revista...?
-Este tema ¿es tuyo?... ¿No se parece a "Palomita Blanca"?...
-Leí tu libro, che. No entendí nada.
-¿Saliste en la tapa de Antena?... ¡la coima que habrás tenido que pagar!.
Pero lo que de verdad los destroza es que uno le diga, pongamos por caso:
- Yo, autos como ese que te compraste, tenía dos; pero los vendí porque son una porquería.
-Muy linda esa camisa, pero te las tendrías que hacer a medida como yo.
-¿Así que te vas a una convención en Miramar?... yo mañana salgo para
Europa.
-¿Así que tu libro tiene cien páginas?... el mío tiene doscientas.

Es decir, la mejor manera de provocarle un colapso a un piojo resucitado, es ser uno más piojo resucitado que él. Así anda el mundo.


CARLOS TRILLO.
ALEJANDRO DOLINA.
en SATIRICON n° 17 - Abril de 1974.-

jueves, 24 de marzo de 2011

NUNCA MAS


Las Edades de Ana

En sus primeros años, Ana Fellini creía que sus padres habían muerto en un accidente.
Sus abuelos se lo dijeron.
Le dijeron que sus padres venían a buscarla cuando se cayó el avión que los traía.
A los once años, alguien le dijo que sus padres habían muerto peleando contra la dictadura militar argentina.
Nada preguntó, no dijo nada.
Ella había sido niña parlanchina, pero desde entonces habló poco o nada.
A los diecisiete años, le costaba besar. Tenía una llaguita bajo la lengua.
A los dieciocho, le costaba comer. La llaga era cada vez más honda.
A los diecinueve, la operaron.
A los veinte, murió.
El médico dijo que la mató un cáncer a la boca.
Los abuelos dijeron que la mató la verdad.
La bruja del barrio dijo que murió porque no gritó.

Eduardo Galeano

viernes, 25 de febrero de 2011

Ahora que...

Ahora que se me hace cursi la poesía
La música habla por mi
Joaquín y la descripción perfecta de un comienzo



Ahora Que...
Joaquín Sabina


Ahora que nos besamos tan despacio,
ahora que aprendo bailes de salón,
ahora ...que una pensión es un palacio, donde nunca falta espacio
para más de un corazón.
Ahora que las floristas me saludan,
ahora que me doctoro en lencería,
ahora,,, que te desnudo y me desnudas,
y en la estación de las dudas, muere un tren de cercanías.
Ahora que nos quedamos en la cama,
lunes, martes y fiestas de guardar,
ahora que no me acuerdo del pijama,
ni recorto el crucigrama
ni me mato si te vas...
Ahora, que tengo un alma, que no tenía.
Ahora que suenan palmas, por alegrías.
Ahora, que nada es sagrado ni sobre mojado llueve todavía.
Ahora, que hacemos olas por incordiar.
Ahora, que está tan sola la soledad.
Ahora que todos los cuentos, parecen el cuento, de nunca empezar.
Ahora que ponnos otra y qué se debe,
ahora que el mundo está recién pintado,
ahora...que las tormentas son tan breves
y los duelos no se atreven, a dolernos demasiado...
Ahora que está tan lejos el olvido,
ahora que me perfumo cada día,
ahora... que sin saber, hemos sabido
querernos como es debido, sin querernos todavía...
Ahora que se atropellan las semanas, fugaces, como estrellas de Bagdad,
ahora, que casi siempre, tengo ganas...
de trepar a tu ventana
y quitarme el antifaz.
Ahora, que los sentidos sienten sin miedo.
Ahora, que me despido pero me quedo.
Ahora que tocan los ojos, que miran las bocas, que gritan los dedos.
Ahora, que no hay vacunas ni letanías.
Ahora, que está en la luna la policía.
Ahora que explotan los coches, que sueño de noche, que duermo de día.
Ahora, que no te escribo cuando me voy.
Ahora, que estoy más vivo de lo que estoy.
Ahora que nada es urgente, que todo es presente, que hay pan para hoy.
Ahora, que no te pido lo que me das.
Ahora, que no me mido con los demás.
Ahora que todos los cuentos, parecen el cuento, de nunca empezar.



viernes, 3 de diciembre de 2010

Feliz Cumpleaños!

Te encontré en mis sueños
Te di mis partes para armarte
Escuche el latido de tu mínimo corazón
Sentí tu cuerpo girar en mi
Sude tu milagrosa llegada
Rendida frente al amor puro
empecé a latir a tu ritmo

Tanto sentir inexplicable
la pertenencia animal
la sonrisa infinita
la respuesta de los para que
la emoción asegurada
la sorpresa diaria
la obra sin fin
la vida en las manos

Te encontré en mis dias
te di mis realidades para armarte
Escuche tu voz transformarse en palabra
Sentí tu cuerpo crecer a mi lado
Sudo por tu maravillosa vida
Mi sentido
Mi ilusión
Mi fruto
Mi Plan
Mi Hijo
Rendida frente a este vinculo unico
Te festejo todos los dias



miércoles, 1 de diciembre de 2010

Destino

Tratando de encontrar palabras,
flotando sobre territorios olvidados,
espectadores de su propio actuar,
presos de sus temores y sus vicios,
se observan detenidamente,
se analizan hasta agotarse
y fluyen ante lo inevitable.
Debía ser.
Es


lunes, 22 de noviembre de 2010

Que te besen!


Que la felicidad les atropelle
Que de sus vidas sean las reinas y los reyes
Que los días los besen
Que la dicha, se abalance sobre ustedes
Que el tronar de una cascada
Te acompañe en la mañana
Que una mariposa guarde
Aleteos para tus tardes
Que el trino de los pajaritos
Haga que en las noches sueñes superbonito
Y que los días te besen
Una y mil veces que vayan y regresen
Días grises, días verdes, días con árboles
Días de exhostos y reveces
Y que te besen
Una y mil veces que vayan y regresen
Enfoca, cae en la nota, vence la derrota
Prende velas en la oscuridad
Y que te besen
Una y mil veces que vayan y regresen
Ojo con los precipicios
No vayas a caer en el abismo
Y que te besen
Una y mil veces que vayan y regresen
Días grises, días verdes, días con árboles
Días de exhostos y reveces
Y que te besen
Y que te besen
Y que te besen
Y que te besen
Una y mil veces



Estoy asi...a veces pasa

lunes, 1 de noviembre de 2010

No te aguanto mas


Me aburriste!
Me aburrió tu independencia y tu poder
tu cara, ostentosa y llamativa
tu voz, lastimosa y manipuladora
Me aburrió tu discurso, todopoderoso y resignado
tu mirada, espectante y lejana
tus manos, constantemente vacías
Me aburrió tu desfachatez, tu olor a sexo, tu amnesia
tu desamor, tu arrepentimiento, tu agobiante silencio
Me aburrieron tu noche y tu día
Me aburrieron tus búsquedas sin mirar
Me aburrieron tus deseos de eternidad
Me aburrieron tus ofertas débiles
Me aburrieron tus reelecciones
Me aburriste!
Me aburrí de tantos años
Me aburrí de conocerte
Me aburrí de recorrerte
Me aburrí de mi con vos
Solo disfruto alguno de tus vicios
pensando en que voy a extrañarlos un día
Reniego de ti, Soledad
No te aguanto mas




domingo, 31 de octubre de 2010

¿Acaso me he ido?

LA NOCHE DE LOS GATOS



Fiel a la cita, Lucrecia entró en las sombras hablando de gatos. Ella misma parecía una hermosa gata de Angora bajo el rumoroso armiño que le llegaba a los pies y disimulaba sus movimientos. ¿Estaba desnuda dentro de su envoltura plateada?
Un olor a almizcle bañaba la atmósfera y la música barroca, de bruscos diapasones, venía del mismo rincón del que salió la dominante, seca voz:
­Desnúdate.
­Eso sí que no, protestó doña Lucrecia.- ¿Yo ahí , con esos gatos?. Ni muerta, los odio.
­¿Quería que hicieras el amor con él en medio de los gatitos?.
­Imagínate, murmuró ella, parándose un segundo y retomando su paseo circular- Quería verme desnuda en medio de esos gatos. ¡Con el asco que les tengo!
­¿Ya estabas desnuda?. Escuchándose, don Rigoberto comprendió que la ansiedad se apoderaba de su cuerpo muy deprisa.
­Todavía. Me desnudó él, como siempre. Para qué preguntas, sabes que es lo que más le gusta.
­¿Y a ti también?, la interrumpió dulzón.
Doña Lucrecia se rió con una risita forzada.
­Siempre es cómodo tener un valet, susurró inventándose un risueño recato- Aunque esta vez era distinto.
­¿Por los gatitos?
­Por quién sino. Me tenían nerviosísima. Me hacía la pila de los nervios, Rigoberto.
Sin embargo, había obedecido la orden del amante oculto en el rincón. De pie a su lado, dócil, curiosa y anhelante, esperaba sin olvidar un segundo el manojo de felinos que, anidados, disforzados, revolviéndose y lamiéndose se exhibían en el obsceno círculo amarillo que los aprisionaba en el centro de la colcha llameante. Cuando sintió las dos manos en sus tobillos bajando hasta sus pies y descalzándolos, sus pechos se tensaron como dos arcos. Los pezones se le endurecieron. Meticuloso, el hombre le quitaba ahora las medias, besando sin premura, con minucia, cada pedacito de piel descubierta.
Su cuerpo había comenzado a distraerla de los chillones de la cama, a vibrar, a concentrarla, a medida que el hombre la liberaba de las últimas prendas y, postrado a sus pies, seguía acariciándola. Ella lo dejaba hacer, tratando de abandonarse en el placer que provocaba. Sus labios y manos dejaban llamas por donde pasaban. Los gatitos estaban siempre allí....
­Untarte el cuerpo con miel de abejas del monte Imeto?- repitió Don Rigoberto deletreando cada palabra.
­Para que los gatitos me lamieran, date cuenta, con el asco que me dan esas cosas....
­Era un gran sacrificio, lo hacías sólo porque...
­Porque te amo--le cortó ella la palabra. Me amas también ¿no es cierto?
"Con toda el alma", pensó Don Rigoberto. Tenía los ojos cerrados, había alcanzado por fin el estado de lucidez plena que buscaba. Podía orientarse sin dificultad en ese laberinto de densas sombras,. Muy claramente con una pizca de envidia percibía la destreza del hombre, que sin apurarse ni perder el control de sus dedos, desembarazaba a Lucrecia del fustán, del sostén, del calzoncito, mientras sus labios besaban con delicadeza su carne satinada, sintiendo la granulación -¿por el frío, la incertidumbre, la aprensión, el asco o el deseo?- que la enervaba y las cálidas vaharadas que, al conjuro de las caricias, comparecían en esas formas presentidas,. Cuando sintió en la lengua, los dientes y el paladar del amante la crespa mata de vellos y el aroma picante de sus jugos le trepó al cerebro, empezó a temblar ¿había empezado a untarla? Si. ¿con una pequeña brocha de pintor? no. ¿Con un paño?. No. ¿Con sus propias manos?. Si...
­¿Estabas ya excitada, jadeó Don Rigoberto. ¿Estaba él desnudo? ¿Se echaba también miel por el cuerpo?
­También, también, también- salmodió Doña Lucrecia- Me untó, se untó, hizo que yo le untara la espalda, donde su mano no llegaba, muy excitantes esos jueguecillos, ni él es de palo ni a ti te gustaría que yo lo fuese ¿no?
­Claro que no, confirmó Don Rigoberto. Amor mío.
­Nos besamos, nos tocamos, nos acariciamos, por supuesto- precisó su esposa. Había reanudado la caminata circular y los oídos de Don Rigoberto percibían el chas chas del armiño a cada paso.
­Abre las piernas, amor mío. Pidió el hombre sin cara.
­Abrelas, ábrelas- suplicó Don Rigoberto.
­Son muy chiquitos, no muerden, no te harán nada, insistió el hombre.
­¿Ya gozabas?, preguntó Don Rigoberto.
­No, No, repuso Doña Lucrecia, que había reanudado el hipnotizante paseo. El rumor del armiño resucitó sus sospechas ¿Estaría desnuda bajo el abrigo? Si, lo estaba.
­Me volvían loca las cosquillas.
Pero había terminado por consentir y dos o tres felinos se precipitaron ansiosamente a lamer el dorso oculto de sus muslos, las gotitas de miel que destallaban en los sedosos, negros vellos del Monte de Venus. El coro de los lamidos pareció a Don Rigoberto música celestial. Retornaba Pergolesi, ahora sin fuerza, con dulzura, gimiendo despacito. El sólido cuerpo desuntado estaba quieto, en profundo reposo, pero Doña Lucrecia no dormía, pues a los oídos de Don Rigoberto llegaba el discreto remoloneo que, sin que ella lo advirtiera, escapaba de sus profundidades.
­¿Se te había pasado el asco?, inquirió.
­Claro que no, repuso ella,. Y luego de una pausa, con humor. Pero ya no me importaba tanto.
Se rió y esta vez con la risa abierta que reservaba para él en las noches de intimidad compartida, de fantasía sin bozal, que los hacía dichosos. Don Rigoberto la deseó con todas las bocas de su cuerpo.
­Quítate el abrigo, imploró. Ven, ven a mis brazos, reina, diosa mía.
Pero lo distrajo el espectáculo que en ese preciso instante se había duplicado. El hombre invisible ya no lo era. En silencio, su largo cuerpo aceitoso se infiltró en la imagen. Estaba ahora allí él también. Tumbándose en la colcha rojiza se anudaba a Doña Lucrecia. La chillería de los gatitos aplastados entre los amantes, pugnando por escapar, desorbitados, fauces abiertas, lenguas colgantes, hirió los tímpanos de Don Rigoberto. Aunque se tapó las orejas siguió oyéndola. Y, pese a cerrar los ojos, vio al hombre encaramado sobre Doña Lucrecia o parecía hundirse en esas robustas caderas blancas que lo recibían con regocijo. El la besaba con la avidez que los gatitos la habían lamido y se movía sobre ella, con ella aprisionado por sus brazos. Las manos de Doña Lucrecia oprimían su espalda y sus piernas, alzadas caían sobre las de él y los altivos pies se posaban sobre sus pantorrillas, el lugar que a Don Rigoberto enardecía. Suspiró conteniendo a duras penas la necesidad de llorar que se abatía sobre él. Alcanzó a ver que Doña Lucrecia se deslizaba hacia la puerta.
­¿Volverás mañana? Preguntó ansioso.
­Y pasado y traspasado, respondió la muda silueta que se perdía- ¿Acaso me he ido?



Mario Vargas Llosa - Los Cuadernos de Don Rigoberto


Gracias Mario...


miércoles, 29 de septiembre de 2010

Reflejos


Nada por aquí, nada por allá
y yo, ensortijada.
No paro de encontrarme.
Un laberinto de espejos,
plagado de realidades,
lleno de mi.
Nadie por aquí, nadie por allá.
Apabullada por mis voces
fortalecida por mis sonrisas
camino hacia a la salida.
Yo por aquí, yo por allá
me urge encontrarla pronto,
ya estoy mareada de tanto rodearme
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lunes, 27 de septiembre de 2010

Literal


De cuando en cuando vos salís
y, con astío, te sentís
tras un disturbio sexual
tan poco sensual.

Y es tu respiración entrecortada,
ansiedad de buscar y no ver nada
que añora regresar
a primaveras pasadas.

Distracción, fascinación,
avidez de entretenimiento
así es como escapas
a tu propio misterio.

Y caminas como una zombie por la avenida,
acelerada, aturdida,
tras un tesoro que,
te llevó media vida.

Seguís buscando, en un imperio
caridad...y solo hay almas mesquinas.
¿Dónde habrá luz en la ciudad?
Capaz de iluminar tus sombras...
¿Qué habrá detrás de tanta crueldad?
¿Podrán desactivar las bombas?

Cuando podés te la crees y ensayas
una sonrisa frente al espejo
aunque en la calle es
un talismán obsoleto.

Y buceas en el abismo de ti misma
y te mirás disminuida por un prisma,
así es como te ves
cuando no te querés.

Seguís buscando, en un imperio
claridad... y solo hay almas dormidas
¿Dónde habrá luz en la ciudad?
Capaz de iluminar tus sombras...
¿Qué habrá detrás de tanta crueldad?
¿Podrán desactivar las bombas?
¿Podrás, desactivar tus bombas?


Ansiedad de Buscar (Gustavo Cordera)



(Odio que me haya escrito el)
El Pelado del orto que canta en pijamas canciones de cancha, me ahorro el trabajo de pensar como decir mi estado de hoy
¿Podre desactivar mis bombas?